Tercera dosis
3,2,1,0... Ómicron
3,2,1,0… explotan las carcajadas y los abrazos. Las lágrimas corren sobre la piel reseca de las mejillas, el frío rompe los cartílagos, los fuegos artificiales decoran el cielo resonando con sus estruendos. Mientras, María, abraza a madre, padre, hijo, ex. Jesús, cuelga una piñata con forma de dromedario para su hijo menor que está de cumpleaños.
Desde el fondo se escucha una multitud, su bullicio y sus discusiones. Por unas horas la nada se llena de intención.
Lo normal (rarezas del encierro)
«[...]. Que inventaran una especie de historia donde el denunciante es el culpable con informes y pruebas de dudosa procedencia, y ahí queda detallado un total estado de deterioro, físico, mental. Y si protesta le clavan un cuchillo [...]» Yo vi a la autoridad pagar a un yonqui para hacerlo, primero evitó las cámaras de seguridad para llegar a él y ante la negativa lo hostigó con una orden de arresto. Yo vi a otro agente de civil aparecer, salir de la nada para dar apoyo, con un cigarro en la mano y una navaja en la otra. «Esta es mi zona» y no nos va a involucrar… «Ponlo fuera de circulación o habrá sangre». Y preguntó: ¿Yonqui estás conmigo o no lo estás?