Mientras leía comenzó a escuchar voces, estas le repetían lo mismo: No te gusta tu apariencia, ese rasguño nasal al emitir palabras, la idea recurrente que tienes sobre el futuro.
En la pantalla del ordenador había una línea que señalaba la forma de coincidir, cómo concretar una cita, cómo volar con dos comprimidos.
«Primero pagas y se establece un cóctel de emociones, se reúnen grupos en común. Podrán jugar, intercambiar opiniones, tener sexo». Podrán compartir experiencias, hasta que, ya cansada, la máquina de las afinidades los dejará matarse.