Reportaje y entrevista a Patricia C. Beltrán, por Juan Carlos Vásquez




Irse, rehacerse con la probabilidad de un sueño, con todas las disposiciones enfrentarse al cambio que surge como una necesidad imperiosa.

Basada en hechos reales, Patricia C. Beltrán nos narra la historia de Valentina. Nos introduce en su mundo exponiendo la fragilidad, los secretos, el tránsito como desgaste a través de muchas geografías donde el agitado juego de la vida abre el problema. Una premonición, ese sueño recurrente en que la protagonista enloquecía: Convertirse en Saturno, tragarse a sus hijos, le arrancaba las piernas y los brazos a mordiscos. Como en una de las pinturas negras de Goya. Un anuncio que definiría parte de su futuro.

El fiel reflejo de la nada: Una novela que transgrede la ilusión, que avanza con los sutiles deseos de una joven esperanzada que descubre una cruenta realidad de la manera más violenta.

Partiendo de un entorno familiar sensato, apacible y solidario, de una vida divertida. Entre amistades y relaciones prueba los deseos y llega un mensaje, un consejo, cuanto más sensible, cercano, y se abre el mundo como un abanico de posibilidades. Una idea que ejerce un poder absoluto, una entonación que desde el momento exacto dirigirá la búsqueda incansable.

Todas las distancias posibles con esas cargas añadidas de los recuerdos, de la familia. Una experimentación inevitable y laberíntica que la hace percibir sorprendiéndose «al viajar» las magnificencias de la historia que no conocía, con esa latente y visible vulnerabilidad de estar sola, desprotegida, en un tiempo diferente que concluyo y empezó con Sébastien, deteniéndose abruptamente después de un arduo recorrido.

«Me la jugué en un brutal empujón y noté cómo salían sus hombros y deslizaba después el resto del cuerpo. Ya estaba aquí».

Despertar feliz, entre dos realidades totalmente opuestas, finalmente y después de tanto coger un cuchillo, defenderse. Ver más allá de la ventana y centrar una luz casi imperceptible, un flujo continuo que en su grandiosidad le muestra un nuevo mundo, el verdadero.

«Me desplomé en el suelo. Algo viscoso corrió hasta mi ojo derecho y probé el dulce y caliente sabor de la sangre. Con la valentía del cobarde, remató mi cuerpo inerte con su puño letal».

Entre el racismo y la intolerancia del establishment: una violencia física y psicológica que termina afincándose en la vida de Valentina, infringiéndole culpas que pertenecen a su agresor Sébastien. Una actitud que progresa silente ante la indefensión creando un vinculo traumático del que ella lucha por desatarse una y otra vez.

Ya no siente necesidad de ver o vivir mas cosas de las ya vividas, Con Sébastien nace una contradicción reflejada en su hijo. Una historia donde intervienen personajes de todo tipo. Desde la candidez más plena hasta los sucesos más perturbadores. Situaciones que la narradora describe de una manera ágil, directa, por medio de una tensión gradual y sistemática que va en aumento.



ENTREVISTA


—Tu novela El fiel reflejo de la nada nos adentra en la complejidad de las uniones afectivas. ¿Cómo se inicia tu relación con Valentina?

—Mi relación con Valentina se inicia hace aproximadamente una década, cuando yo vivía en Madrid. Mi compañero de piso y yo buscábamos a alguien para que ocupase la habitación que nos quedaba libre y apareció ella. Conectamos enseguida y la relación entre nosotras se fue estrechando hasta convertirse en una buena amistad.

—¿Cuándo y porqué te decides a plasmar su historia?

—Valentina solía contarme anécdotas sobre su vida que me hacían pensar en cómo era posible que en una única persona se condensaran tantas aventuras y batallas, la mayoría con carácter surrealista. Sin embargo, en aquella época Valentina no había comenzado aún su descenso a los infiernos. Fue años después de venirme a vivir a Galicia cuando ella me fue revelando pequeños episodios de su vida, pero no fui consciente del drama que había padecido hasta que le pedí que me contase su historia.


—¿Cuál parte del libro prefieres, ya sea por la conexión cíclica de la historia o por la construcción de una escena?

—Hacia la mitad, el libro sufre un giro drástico tanto en forma como en fondo; creo que a partir de ese momento, el lector experimenta una necesidad de protección respecto a la protagonista, no puede separarse de ella, grita ¡no! sin cesar, pero Valentina hace caso omiso y se precipita hacia el vacío en caída libre. Lo que me trasmiten los lectores es que, llegados a ese punto, no pueden parar de leer hasta conocer el desenlace final de la historia,


—Como escritora, ¿qué es lo que más te interesó saber de Valentina?

—Pienso que lo mismo que al resto de las personas que han leído el libro: saber el «porqué». Esa es la pregunta que todos tenemos en la cabeza y a la que puso voz Leonor, un personaje de inmenso valor en la novela. A día de hoy, no tengo la respuesta.


—Todos los escritores tienen un proceso. ¿Cuál es el tuyo?

—Necesito tener muy claro qué es lo que voy a contar. Realizo esquemas sobre la trama capítulo a capítulo, hago un análisis de los personajes, sitúo los lugares de la historia y elijo el punto de vista narrativo. Tiendo a escribir de un modo muy cinematográfico; es decir: creo las escenas como si fueran a ser plasmadas en una película. Además, dedico mucho tiempo a las revisiones del texto.


—Las secuelas psicológicas y los problemas de salud mental que ocasiona la violencia de genero en Valentina fueron irreparables, acepta reiteradamente volver con su agresor. 

—Sí. Creo que las heridas, sobre todo psicológicas, se traducen en una inseguridad que la lleva a regresar una y otra vez al punto de partida. Pero el papel de su hijo es crucial en la decisión de Valentina: no hará nada que pueda alejarlo de él.


—¿Qué es lo que más te conmovió de este caso?

—Sin duda, el instinto maternal de Valentina, el amor por su hijo. Cuando Sébastien se lleva a Diego a París sin el consentimiento de su madre, la capacidad de reacción de ella es brutal. Valentina ha sido, es y será una gran madre.


—Es un caso real, pero tu mirada no es periodística, ¿dónde ubicas la principal diferencia entre el tratamiento que hace un periodista y el que puede darle un escritor?

—Supongo que la diferencia radica, principalmente, en la implicación emocional del autor. Aunque el germen de este libro se encuentra en un relato de unas diez páginas, siempre tuve claro que tarde o temprano de aquí saldría una novela; no me planteé la crónica periodística en ningún caso. Mi objetivo era emocionar con la historia de Valentina.


—Con esta temática, la novela dispara uno de los recursos más fuertes que es el interrogar al espectador, imbuirlo en una reflexión profunda.

—Así es. Mis lectores me trasmiten que el final del libro les causa impacto, conmoción. En primer lugar, el desenlace es ese y no otro porque se corresponde estrictamente con la vida de la protagonista. Otro final no hubiera sido otra cosa que maquillar la realidad que nos azota día tras día. 


—A pesar de de las penurias a las que Valentina se ve expuesta, hay personajes como Axel, Leonor o los chicos que la rescatan de la calle. Estos invitan a esperanzarse a pesar de la intolerancia y violencia de Sébastien. ¿Albergas optimismo, alguna posibilidad real de cambio dentro de la sociedad?

—Desgraciadamente, creo que hay muchos más Sébastien en el mundo de lo que a todos nos gustaría. Creo que la prevención a la hora de luchar contra la violencia de género pasa, en primer grado, por la educación. Por ejemplo, hay muchas chicas jóvenes que asumen el machismo como condición natural y esto es realmente dramático y triste. La problemática hay que atajarla desde abajo, desde los cimientos.


—¿Tienes algún nuevo proyecto entre manos?

—Acabo de terminar con la documentación de mi próxima novela. Se trata de una historia de amor ambientada entre Galicia y EE.UU. 




Patricia Calvo Beltrán nació en A Coruña en 1980. En 1998 se trasladó a Madrid para estudiar periodismo en la Universidad Complutense. Tras licenciarse, se instaló en Boston (EE.UU.) durante tres meses antes de incorporarse al mundo de la comunicación de vuelta en la capital. Trabajó, entre otros medios, para el diario El Progreso y fue directora de El periódico de A Mariña. En el terreno audiovisual, dirigió el cortometraje Lucía devorando a sus hijos, protagonizado por el actor Manuel Feijóo.



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