La carta (San Francisco)




San Francisco – California, 2005


Han pasado tantos años y estoy muy apenado contigo porque hasta ahora no te he escrito. Te juro que he tenido muchos intentos, todos infructuosos.

La primera vez iba a comenzar con un ¿cómo estás? La segunda, fue contándote las penurias que pasé con una hermosa mujer de la que creí estar enamorado, pero ya sabes cómo soy, a los días ya no era nada; las líneas perdieron importancia. Me cuesta tanto escribirte, no sé cómo empezar.

He recibido algunas cartas y todas son tan vacías. Por otras bocas sé que estás bien. Me imagino todo el maldito camino y la angustia que tendrás que haber soportado para estabilizarte un poco. Por mi

parte, te comento que pasa algo extraño, voy de un lado a otro, pero cuando parto es el momento en que mi estabilidad está en su mejor momento.

No puedo con la rutina, aunque de esta se desprenda dinero. Créeme
quiero que vengas y me digas si estoy enfermo o es algo común en este tipo de vida. Han pasado tantas cosas, he conocido tanta gente. Ya estoy acostumbrándome a todo esto.

Puedes imaginarte, después de haber estado en tantos lugares de este país, tan grande y tan loco, cada uno tan lejos del otro. Y tú, sabiendo cómo vivo, que si no imprimo eso de exceso no hay razón. Sí, es para desesperarse, pero increíblemente he conservado la compostura.

Aquí la variación son las máscaras. Antes tenía que soportar la horrible injerencia vecinal en la vida privada; los prejuicios bíblicos en una descomunal envidia que penetraba todos los entornos. Esperar la noche se me hacía duro, era un instante en que desaparecían los «no podrás». Hoy en día la náusea es por una adoración al hierro, al concreto disfrazado de neón.

Aquí la máquina nos ultraja, da vueltas sobornándonos por un millonario lucro. Creo que mi juicio empeora cada vez que despierto; aunque nadie juzga mi conducta pago mi individualismo con un extraño culto a la crueldad. Veo gente reclamando en el piso mientras llora, hombres y mujeres que mueren, y soy incapaz de tener un sentimiento de compasión. También observo innumerables personas dotadas de poderes psíquicos tratando de influenciarlo todo. Por ejemplo, este día fue de una pausa atroz a una lluvia que cesó en el mediodía y renovado el sol me desentendí de la enorme cadena que significó diciembre. Te preguntarás qué pienso ahora y te puedo decir que lo mismo, ir a otro sitio. Perdóname, pero no me vengas con lo mismo de todos de que hay que sembrar raíces. Mi madurez es de viajero, viajero pobre o como lo quieras llamar. Solo te diré que he aprendido a subsistir sin hacer nada ilegal. 

A pesar de tanto, creo que me voy aliviando, aunque no me confío, vivo preparado para lo peor, sé que a la vuelta de la esquina está el holocausto.

El reto ahora será derrotar ese vínculo de bajada. Trabajo en ello, no quiero tener que esperar para solucionar algo que tú sabes muy bien no tiene nada que ver con agradar a la sociedad. 

Estoy presto a enfrentarme porque quiero extirpar al idiota que detiene el influjo de mis palabras con sus taras emocionales...


San Francisco (California) 2006

Copyright ©juan carlos vásquez 

No hay comentarios:

ENTRADA DESTACADA

Entrevista a Pablo López (Iconoclasta), por Juan Carlos Vásquez

-Ripoll, Barcelona... «Un poco de hostilidad no puede hacer daño en un mundo melifluo e incruento hasta el hastío». P ablo López...