Postapocalíptico

 

Lazos sanguíneos


Después de envenenar al padre, Yulian quiso contemplar su obra vanagloriándose frente a la abuela que, sumisa y consternada, veía a su yerno tirado en el suelo mientras el vientre y el pecho se le comprimían hasta morir.

La abuela en vez de infundir disciplina a su nieto le dejó realizar lo que más le gustaba: cantar, leer, cortarse los brazos y desempeñarse como «curador» en «La Ballena Azul». Ante el empeoramiento de su mala conducta ella pensó en jugar. Él trató de justificar su asesinato balbuceando. Juntos cavaron una fosa en el patio y enterraron el cuerpo cantando Let me know where are they y se

enfilaron rumbo al salón para sacar el coñac y jugar al parchís; pero un recuerdo la exaltó al comprobar que antes había perdido todas las partidas, no solo con el niño, sino con todo aquel que había jugado. En ese instante sintió una sensación lacerante, incómoda, al saber que algo estaba fallando, después de mirarlo de arriba a abajo se acercó a la pared para golpearse la cabeza sin puntualizar las bases ni los porqués. Él la interrumpió levantando el brazo y pidió su turno. Cuándo se pusieron de acuerdo tuvo espacio. No era el instante de interrumpir la atención de lo que era verdaderamente correcto mediante la inundación repetida de informaciones insignificantes, tenía que desahogarse.

Yulian la imitó y se fracturó el cráneo, ambos se rompieron la cabeza y murieron desangrados. La familia y la prensa atribuyen sus excesos a un suicidio, para ellos fue un simple juego que terminó mal.



Con obsequio


El hombre del megáfono los trata como a niños, apela a las emociones antes que a la reflexión. Les recuerda que todos van a tener lo que quieren si repiten el procedimiento y respetan sus leyes. La fila disminuye y se acerca, para que les den el obsequio tienen que hacer lo que les diga.

Cada vez son más los que llegan, cada vez son más lo que se preguntan quién es el uno y quien es el otro al intentar sacar conclusiones por las actitudes, por las vestimentas. Muchos saben que los seres y las cosas evolucionan por combinaciones. Hay personal de limpieza, hay médicos y científicos, ancianos y pervertidos que hacen exhibicionismo. Hay predadores sexuales fichados por los servicios secretos. Hay niños corriendo por un pasillo hacia un cielo dibujado en la pared. No era el instante para desviar la atención de lo que es verdaderamente importante mediante la inundación repetida de informaciones insignificantes. Vuelven a fijarse en el paso.

Al avanzar en la fila hacia el obsequio, aplicar un juicio y vociferar la conclusión podría traer descontento. Quieren recuperar su simplicidad con prudencia a pesar de la seducción terriblemente intensa que les provoca la crítica. Necesitan emplear el máximo cuidado y cautela si quieren poder abrigar la esperanza de alcanzar la meta. 

La tranquilidad era impuesta, aunque el odio entre todos brotase por los poros. Cajas pequeñas, medianas, grandes, sueños dentro de las cajas, el silencio absoluto ante el misterio de no saber qué. Buscaban una noción por las formas, pero no detectaban nada. Sacrificaron su día, su voto, dejaron de pasear al perro. Querían un obsequio duradero, que le diera una respuesta absolutamente segura, un porvenir.Se reconocían en un estado hipnótico al estar presos por los deseos, soportarían para crear una reacción y después de un destello lo tendría; aseveraban a su vecino con una vehemencia desmedida esa posibilidad, ilusionándose.

Uno de ellos se logra conectar con su esperanza al llegar, disuade a los que se tornan impacientes para que se queden y se calmen, logra abrir la puerta inconsciente a las ideas que necesitan para fortalecer la fe, lo abrazan, lo besan como si fuera pequeño. Se pierde entre las emociones del regalo visualizándolo, proyecciones imaginativas que se vuelven un colectivo al ver, casi pueden tocarlo entre todos. 

Cuatro, tres, dos segundos más cerca del momento. Hay una gradualidad exacta. Finalmente, con manos entorpecidas coge el obsequio y lo abre. Tendrán por fin la posibilidad de distinguir su forma, sonríe, explora la textura, pero la emoción empieza a diluirse al escuchar un detonador activarse, y cuando quiso darse cuenta, todos estaban fuera… El sonido atronador activó la maquinaria, explotó, y lo hizo pedazos.  El organizador osciló siniestramente ante él, como un péndulo, para asombrarse, admirarse…, y burlarse del hecho.

Al rato, se empezó a formar otra fila que soñaba con otra suerte.


Publicado originalmente en  Revista CANIBAAL

   

Feliz cumpleaños

Aunque la madre estaba cansada de prohibírselo, Carlitos jugaba con aquella extraña criatura que era lo bastante viscosa y deslizante para avanzar rápidamente hasta introducirse en su oído. Lloró, saltó, la llamó para que lo ayudara, pero la Ma sacó una escopeta recortada obligándole a repetir sus deberes hasta asfixiarse, y le disparó en la cabeza, ahora iría a por la niña.
¡Estaba harta! Cansada de dar órdenes y ser irrespetada. Caminó desafiante por toda la casa buscándola, pero la niña estaba más cerca de lo que pensaba. Cuando entró en la habitación, salió de su escondite en el armario, la empujó, y al caer le quitó el arma, la apuntó, apretó el gatillo y le voló un brazo. Al ver los dedos todavía en movimiento la niña quedo sorprendida, recogió el brazo del suelo y lo metió en la caja de juguetes para quedárselo, luego regresó entre el sollozo y la súplica de su madre todavía viva, alzó el arma y casi al accionar su índice sonó el timbre. Cuando la niña abrió la puerta vio a su padre impecablemente vestido, con una piñata y una tarta, sonriendo, ansioso por entrar.



Textos.

© Juan Carlos Vásquez

Imagenes.

1.Meaghan Walsh Gerard. By Claret Clark. Victorian era “spirit photograph.” Images were double-exposed for this effect, but because the medium was so new, most sitters were unaware of the trickery. 

2. Ikko Narahara

3. Arthur William Emmerton



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