De vuelta


Reímos viendo la destrucción de todo antes de sumergirnos en la playa. La belleza del paisaje al igual que el caos es imponente. Desde los ángulos más adversos y las conversaciones más atípicas las personas establecen todas las relaciones indirectas. Por primera vez comprendí la simetría de la luz al observar los bordes de las sombras. El color y la trasparencia de la naturaleza volvía a ser única.

Después de tantos años ante la incapacidad para iniciar el sueño mi percepción se agudizó sin importar las variadas y negativas consecuencias a que conlleva pasarse todas las noches en vela. Basta salir para entender que no es una enfermedad específica es un síntoma de múltiples enfermedades.


En pocos días había recorrido muchos lugares, sin embargo faltaba algo… decidí llamarla, pero no hable, ella inmediatamente se dio cuenta y me saco de mi temeroso silencio.  La visión de pasado, presente y futuro iban fusionándose. Más de dos horas deliberando apaciblemente, lo hecho, lo no hecho, lo por hacer, rozando su piel me acerqué hasta sentir el calor de su aliento, una palabra, una frase, hacíamos recordatorios mientras fumábamos. 

De repente saco el sarcasmo, presumió revelando todos sus logros y me provoco con el pasado casi tapándome la boca para que no hablara. 

Así como a ella oí a muchos vociferando sin pausas, interfiriendo cada vez que el silencio me daba la probabilidad de hacer un comentario. Aprendí a resistir los embates que vociferan tu historia sin experimentarla jamás.

Por horas no emití palabra, descifraba gestos. Otras personas llegaron, mediante signos inevitables y ambiguos también contaban sus anécdotas sudando copiosamente, pero curiosamente coincidían en armar una fiesta.

Eran las mismas historias en distintas partes; niños corriendo, las madres de los niños, botellas de licor, música, calor, playa, alguna montaña donde alejarse de la angustiante sudoración. Intercambiar en silencio lo curioso de las infidelidades para luego venerar la moralidad.


 Después de varios intentos volví a ella e hicimos una cita, nos alegramos al intercambiar lógicas que no eran las mismas para luego reírnos de nosotros mismos, de Dios, de la seriedad y lo comprometido de los comprometidos… Y llegó el momento. 

Sabía que la estaba mirando, eufóricos un brindis, dos... y me acerque. Aparecieron los labios, las manos y una habitación cómplice donde metí la llave.


En la belleza el placer acompañan a la muerte.  No, si —se contradecía— Al preguntarle hacia donde señalaban sus dedos se señalaba.  Me convertí por largos instantes en todo lo que criticaba.  Yo era ella en su lado más vil. Me armo con sus ojos como un prototipo inexacto con el cual divertirse. Se metió en mí para poder extirparse hasta que logró dormir. Aun así quise rearmar sus enfoques y cuando la reflexión me hubo serenado volví a preguntarme hacia dónde tomar ante la idea de que toda aquella soberbia no le pertenecía, entendí que la mente humana es dada a tener esas curiosas obcecaciones para justificarse, para protegerse.

Comenzaba a clarear, el ojo del día me abrazó, ella se incorporó al despertarse y se sentó a mi lado. Su cuerpo se repetía ardiendo de impaciencia. 

Ante tanta euforia me daba la impresión de que mi frente iba a estallar dejando escapar mi cerebro. Asocié las circunstancias pasadas para reforzar mi voluntad y aniquilar cualquier conjetura producto de un instante.


Encontramos lo que inconscientemente habíamos estado buscando, un enfrentamiento, eso era un vaticinio siniestro. Vislumbramos en décimas de segundo los grandes abismos sin fondo estableciendo una conexión con cada año vivido. Sueño, vigilia, disminución de la vigilia, memoria, incoordinación motora. 

Cuanto tiempo inamovible y en su ciclo de conquistar, planteándose amor para finalmente destruirlo y así formar el círculo interminable que se repita  de extremo a extremo. 


Entre la sofocación del clima una mancha de sudor se desliza entre insectos. Con mi fotofobia y mis alergias, respirando lo irrespirable que brota de la suma más intensa.

Una lluvia de animales entran por mi oído corren y silban, se pegan de los talones hasta que la pigmentación enrojece, sobresale, produciéndose un desagradable dolor en los pulmones… El trópico y su proceder salvaje.


Fotografía de  Marius Matuschzik (en Unsplash). Public domain.

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