Lo normal (rarezas del encierro)

  «[...]. Que inventaran una especie de historia donde el denunciante es el culpable con informes y pruebas de dudosa procedencia, y ahí queda detallado un total estado de deterioro, físico, mental. Y si protesta le clavan un cuchillo [...]» Yo vi a la autoridad pagar a un yonqui para hacerlo, primero evitó las cámaras de seguridad para llegar a él y ante la negativa lo hostigó con una orden de arresto. Yo vi a otro agente de civil aparecer, salir de la nada para dar apoyo, con un cigarro en la mano y una navaja en la otra. «Esta es mi zona» y no nos va a involucrar… «Ponlo fuera de circulación o habrá sangre». Y preguntó: ¿Yonqui estás conmigo o no lo estás? 

A Yonqui no le quedó más remedio que hacer el trabajo sucio y cargarse al denunciante… después el policía le quitó el cuchillo y borró las evidencias. El trabajo estaba hecho, ahora Yonqui podría seguir divirtiéndose en el parque, el denunciante que iba a testificar contra el funcionario por tráfico de influencias estaba muerto. Aquella pequeña curiosidad era una anécdota más entre los miles de sucesos que pasan inadvertidos delante de los ojos de la muchedumbre… 


2.


A un año del coronavirus, el silencio, la soledad y la bruma siguen intermitentes reinando por esta zona. Una zona dónde las muertes las anuncia un lento y característico repicar de campanas. Un lugar que ya contabiliza bastante suicidios por la quiebra de su zona comercial y la ruina de los propietarios, para otros es simplemente una fiesta a puerta cerrada. Ver pasar la carroza fúnebre frente a las terrazas llenas de personas, vinos y tapas, es muy raro. Pero cuando todo es raro es mejor entretenerse con algo… y ese algo era mi nueva relación con Patricia. Patricia «según cuenta» está casada y tiene un hijo, pero está aburrida y nunca antes había sido infiel. Después de largas semanas de conversaciones de índole sexual se decidió a cruzar la puerta del hotel del que siempre hablamos, pero antes de dar el último paso preparó un cuestionario.

¿Qué es lo peor de tu carácter?

¿Por qué terminaste con tu última pareja?

¿Tienes algo que confirme que de verdad trabajes dónde dices que trabajas?

¿Has tenido en estos últimos años alguna enfermedad de trasmisión sexual?


E insiste con otra cosa:

…No soy quien piensas.


Aunque en realidad yo no pensaba en nada.


Sin vacilar deseaba confirmar antes de dar el último paso que mis respuestas coincidían con las anteriores, en ese momento di media vuelta y me fui.


Así transcurre en la ciudad la vida. Los funcionarios, los amantes, los barrenderos, los arrestos, los correteos nocturnos de los carteristas. Muchos de los que apuestan a sentarse en los bancos de los parques a esperar el amor de su vida y cuando anochece ya no pueden ni incorporarse por tanto tiempo de inmovilidad.


3.


Después de muchos años llegas a donde querías llegar y solo falta que tu hipocresía se desarrolle lo suficiente para lograr lo pactado con tus adentros, pero es tal el nivel de estupidez que surge el debate… 


Ver a aquel hombre de gabardina debatir sobre la funcionalidad del poema en la carnicería antes de entrar a la editorial que, llena de espectadores aplauden mientras esconden bocatas fue raro. De todas formas mi seriedad deja mucho que desear y la risa me delató ante el señalamiento de todos. Desde muy temprano había llenado la petaca de whisky y todo me hacía gracia. De todas formas, quizá las carnicerías eran lugares poéticos y los bocatas un abrebocas en la antesala de la lírica. De lo que si estaba seguro es que la literatura marca un sello en sus autores y en sus espacios y la falta de credibilidad pululaban por todas partes, pero qué más da (pensé). Si había que salirse de los contenidos y marujear con los vecinos del barrio, ¡eah! Hasta que llegaran los catedráticos y pusieran orden. Y finalmente llegaron. Todo se silenció por arte de magia y comenzó el discurso.


»Este libro que hoy presentamos es una dimensión inherente a la historia de los máximos logros literarios de este siglo. La cultura europea continúa enriqueciéndose con las referencias transmitidas por sus antepasados: documentos históricos, religiosos, literarios (la Biblia). ¡La Biblia muy a pesar de los ateos! «gritó», y todos nos vimos. Aquello estaba lleno de ateos, anarquistas y señoras del Mercadona que vivían maldiciendo constantemente a Dios. Y continuó:


»El libro de las maravillas de Ferre Ferre, leído hoy también se halla firmemente arraigado en la literatura española, única en el mundo». Una vez que lo dijo me miró. Inmediatamente volteé como si la cosa no fuese conmigo, aunque era el único extranjero en la sala y todos lo sabían.


Mientras el catedrático hablaba abrí el manuscrito de mis textos recientemente impreso. Estaba arrugado, húmedo por el whisky derramado. Y me di cuenta que muchas de mis historias tenían el argumento de Keith, de Sahin, Riina, Alexandre, y no, no eran personajes históricos. Eran borrachos, prostitutas, viajantes compulsivos que encontré por el camino. También había unos cuantos escritores, antropólogos y escultores que renegaban de sus profesiones. Cerré aquello y me levanté para ir al baño entre una maraña de sillas que parecían obstáculos. 


Antes de entrar a los aseos vi una mesa y sobre la mesa una gran cantidad de libros donde destacaba uno… en su portada la imagen de una jirafa simpatiquísima que me llamó la atención… «Es mío» inmediatamente escuché. Era una chica muy joven que al ver mis canas pensó que era un especialista. Seguí, entre y salí, regresé a mi silla y esperé el final. Una vez concluida la presentación me marche. No podía sacarme de la cabeza aquellos lugares que alguna vez funcionaron como organizaciones culturales, The Hall, en Miami, Spanic Attack, en el Bronx. No establecí comparativas, era simple y burda nostalgia.


4.


Como debe ser regla en todo tipo de esfuerzo, el cuestionamiento por más repetitivo que sea constituye un requisito previo para impulsarse.


Comencé a leer una serie de ensayos sobre contemplación, cansancio, silencio, tiempo y teorías de viaje. A este encierro lo acompañó el frío, la lluvia, la bruma y un indivisible horizonte al abrir la ventana… que mejor que estudiar tus propias agonías e intentar comprenderlas para sacar provecho. 


Para entender conviene callar cuando alguien te explica, pero para entender en la soledad y en el silencio mientras lees y reflexionas hay que rellenar los espacios de melancolía, y que mejor forma que descubrir la estructura y el mecanismo de esos espacios, que entendiendo sus contenidos… 


Hay que imponer silencio al trajín del propio pensamiento, eliminar toda clase de distracción. No hay nada como descubrirte en la angustia y dejar testimonio. Dar un gran salto requiere de un gran esfuerzo.



© juan carlos vásquez


Fotografías de Tim Mossholder y Kelsey Chance (en Unsplash). Public domain.


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