Veinte años después

Hemos dejado de hablar. El aburrimiento ha empezado. Las breves apariciones solo funcionan como presunción. El pasar de los años ha traído consigo una nueva realidad que comienza a representarse con los cambios físicos y mentales.
El periodo de la meditación y el arrepentimiento para unos, el de la soberbia y la superficialidad más absoluta para otros. Sin palabras, evadimos cruzarnos, no hay tiempos para charlas ni recordatorios. La muerte empieza a ser protagonista en los más allegados, los diagnósticos médicos no son favorables, la edad es una moderadora. Muchos cambian sus hábitos y hasta sus costumbres sintiéndose más cercanos a otras culturas que a la suya. 


Repaso cuántos han desaparecido sin dejar testimonio. La sumisión a ritmo lento hace considerar los problemas y a tratar de penetrar en el secreto de lo invisible. Escondemos los sobresaltos, las bajezas con un manto de responsabilidad moral que se trasplantará a los otros con su ejemplo. Estamos serios, con nuestras épocas en las espaldas, observando cómo cambian los espacios, cómo se construye la desolación y la apatía de la edad con un ritmo acelerado.


© Juan Carlos Vásquez

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