Hemos dejado de hablar. El aburrimiento ha empezado. Las breves apariciones solo funcionan como presunción. El pasar de los años ha traído consigo una nueva realidad que comienza a representarse con los cambios físicos y mentales.
El periodo de la meditación y el arrepentimiento para unos, el de la soberbia y la superficialidad más absoluta para otros. Sin palabras, evadimos cruzarnos, no hay tiempos para charlas ni recordatorios. La muerte empieza a ser protagonista en los más allegados, los diagnósticos médicos no son favorables, la edad es una moderadora. Muchos cambian sus hábitos y hasta sus costumbres sintiéndose más cercanos a otras culturas que a la suya.
Repaso cuántos han desaparecido sin dejar testimonio. La sumisión a ritmo lento hace considerar los problemas y a tratar de penetrar en el secreto de lo invisible. Escondemos los sobresaltos, las bajezas con un manto de responsabilidad moral que se trasplantará a los otros con su ejemplo. Estamos serios, con nuestras épocas en las espaldas, observando cómo cambian los espacios, cómo se construye la desolación y la apatía de la edad con un ritmo acelerado.
© Juan Carlos Vásquez
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