A las cinco de la mañana en la misma parada de autobuses la misma mujer me dice que no es el vehículo que esperamos el que se aproxima, parece, pero no es. Faltan diez minutos, tal vez algo más para que llegue. El frío es insoportable, ha bajado más de lo previsto o mis huesos han absorbido el día de hoy toda la humedad, me muevo intermitente, abro y cierro las manos hasta que por fin abordo. "No decías que eras inmune al frío", comentan algunos, no respondo.
Por la CV-81 hay un trecho de cuestas y desfiladeros. Hasta el momento vamos unos pocos, sin embargo pronto seremos más. Veo las profundidades con estupor por culpa de un asfalto demasiado resbaladizo.
Se aproxima mi cumpleaños, la navidad, el año nuevo. Todo estás fechas en un lapso de diez días. Poco tiempo, no obstante tendré la sensación de eternidad y extrañeza, presumo. Bastará una sola chispa para que todo cambié. Quizá busque encenderla.
Mientras tanto mi confabulación con la vía y la ciudad llega a su clímax.
A la deriva de las emociones, me arrastra la corriente, razonando y con calma avanzó. Lo tomé como lo tome, ese espacio por trascendente que parezca me conducirá a otro. Cuanto más inhabitable se vuelve, más aumentan las ganas de ver que hay más allá, con o sin las excusas de los que cambian de cuerpos y acentos, pero no de mente. Han pasado nueve años y mil lugares.
© juan carlos vasquez
Fotografía by Julian Hochgesang on Unplash (public domain).
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