Conocí la obra de Jaime Saenz en un viejo sótano de un edificio en Manhattan en el año 2002. La obra era una extensa tesis de grado que me dejó impactado de principio a fin. Desde entonces ha sido una lectura obligada, un referente que me ha llevado a indagar y descubrir nuevos entornos que desconocía.
Explorar todos los caminos para saberse perdido en la nada pero obligarse por alguna razón a intentarlo una y otra vez. No hay que hablar de exilios, ni de búsquedas continentales. Jaime Saenz encontró en su espacio el secreto nocturno de todas las noches y de todos los universos.